Abro mi blog
con el tema que considero vital en las relaciones profesionales y muy
especialmente en la dirección, en mi caso es la pócima mágica que hace a los
hombres felices y excelentes en su oficio y que trasciende a empresas,
organizaciones y países.
Me encantaría que probaseis a hacer este ejercicio:Si tu actividad es la mecánica de automóviles y tienes que arreglar un tubo de escape, tienes que hacerlo “voluntariamente” con amor, apasionado en tu entrega, en tu labor, en concebir lo que estás dando de ti en ese momento, tiene que ser lo más grande. En todo lo que haces se queda y se plasma tu yo, algo de ti trasciende a ello, “lo que estés haciendo” está recibiendo tu energía, tiempo y tu emoción, ten en cuenta que es lo más valioso que tienes. El pensamiento tiene que ser un pensamiento de entrega voluntarioso, desde tu propia voluntad y aunque luego recibas una compensación/precio, halagos, el motor y la energía de tus actos tiene que nacer y estar controlada siempre en todo momento por ti.
Este
ejercicio vale para todo lo que hagas, por supuesto, hacer y desempeñar tu
profesión pero también para todo lo demás como: sacar al perro de paseo,
conducir al trabajo, comerte el bocadillo de las 11:00, preparar la
comida, ir a visitar a un tío que le han ingresado, hacer la cola en el cajero,
esperar en un atasco, la limpieza de la casa, etc. Así podría seguir hasta
superar a la más larga de todas las listas. Es ilimitada, nadie te pone
barreras y tú eres el único que guarda esa llave.
Por si a
alguno surge la duda, vale para políticos, funcionarios y empleados de banca.
Los
occidentales hemos terminado limitando el mor a nuestra familia. El hombre
termina siempre limitándose, uno de los limitantes puede ser el miedo, pero
otro del que casi siempre nos olvidamos es “la
mezquindad en el amor” y eso
tiene repercusiones tristes para las personas y la sociedad.
No descubro nada nuevo, cuando
digo que somos capaces de determinar nuestras emociones y nuestros
sentimientos, nosotros dirigimos este barco que es nuestro cerebro y, si bien
es un desconocido en muchos campos, en otros ya no. En nuestro cerebro se
encuentra todo el saber genético de nuestros antepasados, no deberemos dudar
nunca de que pasar a la acción directa responsable de mi yo. Tienes que aliarte
con el mejor de tus compañeros de viaje: tu cerebro hazle feliz y el te hará
feliz a ti. Si aún te
sigues preguntando por qué amar todo lo que se hace. Yo lo
simplifico a dos razones:
La primera porque nuestro tiempo
aquí es limitado, y por
ello debemos tomar la decisión de cómo lo vamos a vivir. Por mucho que
alarguemos aquí nuestra estancia, un día nos iremos. El hecho de pensarlo nos
va a proporcionar una clave importante y esta es mi respuesta “El tiempo que
esté aquí quiero ser inmensamente feliz”, el
camino de la felicidad es el mismo camino del amor, no hay otro.
La segunda es porque todo ser
humano tiene una necesidad de plenitud, que es completar todas las
grandes facetas del ser humano: la familia, la pareja, el ámbito social, la
profesión y el conocimiento. Al menos el 40% de nuestro tiempo es trabajo, y
entre un 30 o 40% lo pasamos durmiendo. ¿Por qué escatimarnos conscientemente
un 100% de felicidad? nuestro tiempo tiene que ser feliz, no deberíamos permitirnos un sólo instante consciente de “no amor”.
Esto puede parecer abstracto y estarse preguntando cómo lo hago yo. Voy a
intentar explicarlo a través de mi experiencia con tres casos: El entrenamiento en el trabajo para contigo mismo, uno de mis “proyectos de empresa” que más beneficiarios tendría
y finalmente mi experiencia de vida en Malawi.
Entrenamiento en el Trabajo para contigo mismo.
Me considero una persona eficiente
y comprometida en lo que hasta ahora han sido mis encomiendas profesionales. Si
se esperaba de mí 50, daba 100, sin reservas, dando lo mejor de mí misma. Eso a
mí me hacía feliz y al otro en un primer momento también. En un segundo momento
el otro exigía más y yo luchaba por un punto más de mi excelencia, así una y
otra vez. Hay personas que en esta carrera se llegan a encontrar con el sentimiento
de la “insatisfacción” unido a un sentimiento de “culpa” por abandonar y dejar hacer otras facetas
que nos constituyen, en las que tenemos depositadas amor: “olvidarte de una
cita”, “olvidarte de regar las plantas”, “olvidarte de estas otras cosas
con las que disfrutamos y nos hacen ser nosotros mismos”.
Estableces eso que yo lo llamo estanco de las emociones.
En este punto podría haber llegado a ser la directiva con más resultados
alcanzados de la historia, pero con un fallo “sin amor”, porque dejas de hacer
TODO con amor, o lo que no es lo mismo: había dejado de hacer las cosas con
AMOR. Esto tiene un riesgo elevado para las empresas: Aunque no lo parezca NO tiene empleados felices, no
tiene personas completas en todas sus facetas. Y se promueve el
sentimiento de contribución NO equitativa, “yo soy el que más hago” que siempre
hay que evitar.
Mi experiencia más
gratificante y plena está en el estado en el que haces cosas, das cosas sin
esperar nada a cambio, por los demás y haces por lo que no es tuyo, en un
estado de libertad casi absoluto. Cuando uno toma la decisión de hacer lo mejor
y dar lo mejor de sí mismo siempre, llega a experimentar una sensación de
plenitud inmensa.
He descubierto que las cosas
más sencillas siempre funcionan, por lo que me gustaría proponer estos
sencillos ejercicios que a mí me han funcionado y que creo que valen a modo de
entrenamiento:
- Ayudar a un compañero de trabajo que tiene la mesa hasta arriba de
papeles, puede ser de un departamento diferente al mío, no tengo que ir allí
como el salvador de su mesa, sino como alguien que debe pasar desapercibido.
Otra: la escucha, aprender a leer los SOS de los que tenemos alrededor. Tomar un café con ellos, acompañarles a la salida del trabajo, sentarnos a su mesa en la hora de la comida. Nuestro ejemplo es una guía.
Otra: la escucha, aprender a leer los SOS de los que tenemos alrededor. Tomar un café con ellos, acompañarles a la salida del trabajo, sentarnos a su mesa en la hora de la comida. Nuestro ejemplo es una guía.
- Acercarte un domingo o sábado al
mes a un comedor social, a un centro de discapacitados, a un asilo y preguntar
qué puedes hacer. Puedes pasear a un enfermo, leerles libros o el
periódico, ayudarles a comer, limpiarlos, Estar con los que dicen son los “más
desfavorecidos”, pero yo prefiero denominarlos así: los que necesitan “un poco de
nosotros” y nosotros “mucho de ellos”.
- La que más me gusta y que aprendí de
mi abuela Concesa cuando era pequeña: Besar
el pan que iba a tirar a la basura, porque
me había sobrado, “abuela, si lo he besado, ya lo quiero y ya no lo puedo
tirar”, “pues ahora te lo tendrás que comer Beatriz y mañana te ponemos un
cachito más pequeño. Hay niños que se mueren de hambre porque no tienen ni este
cachito de pan, que tú estás tirando, para comer”. Cuando fui mayor comprendí
este hábito que mi abuela había cultivado en mí con tan dulce educación y me
comprometí en evitar que me sobrase comida en los platos, estableciendo bien
las raciones y las dietas, no os imagináis lo que gozo haciéndolo. Con ese valor ahorrado, generé
una bolsa de ayuda a diversos proyectos. Uno de mis proyectos de
empresa, el proyecto con más beneficiarios:
Mi experiencia de vida en Malawi
En Malawi, uno de los países
más pobres del planeta, he visto en sus gentes, me lo han hecho ver. No tienen nada. Sus casas se
levantan de barro y paja sobre los campos, los accesos al agua están lejos,
muchas veces a kilómetros. Su esperanza de vida es de las más bajas, su
descendencia y ellos se mueren porque les pica un mosquito y no tienen acceso a
medicamentos ni a sanidad, también porque su base alimenticia es el maíz, y eso
en caso de tenerlo, se mueren por las consecuencias de la malnutrición. A los pobre se les come el
hambre.
Un bolsillo malawiano es muy
diferente en concepto a un bolsillo de los nuestros. Nada de ello les impide
ser inmensamente felices: lo dan todo, lo hacen todo felices, con el amor que
ellos conciben y sonríen hasta cuando se están muriendo. No conciben NO estar
en la felicidad.
Al amor profundo sólo se llega
después de haber sido consciente de que uno lo desea. Por el conocimiento
de ser y estar aquí. Alguien que no entienda bien los valores, la misión, los
objetivos de una empresa no puede amarla profundamente. Este es un punto de partida,
que propongo, el sentimiento
de oficio.
El oficio dotaba de
“genialidad”, personalidad y amor por “lo que hacen las gentes”. Hemos
perdido el respeto y el amor por lo que hacemos y por lo que los demás hacen.
Alguien que no esté alineado con lo que hace él mismo como trabajador y lo que
hace su empresa, alguien cuya mente entregada no esté en sintonía, pierde el
hilo de su relación con la empresa, hay que hacer por conocerla en profundidad,
para convertirnos en oficiales enamorados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario